"Alójate en la soledad: cuando dejes de buscar serás el buscado del Amor".
"Elige árbol y, en lo más alto,
construye nido empleando soledades y silencios. Desde ahí, eleva canto
que llene vaciando, que vuele de lo audible a lo inaudito : cobijará tu
corazón intemperies que bendicen".
"Soledarse: hacerse a la soledad, hospedarse en el lugar último, a la intemperie del Amor."
Solédate, Francisco Javier Bustamante Enríquez(2).
La soledad y el silencio han sido dos
palabras con un significado vacío durante los casi 30 primeros años de
mi vida. Por suerte, después de vagabundear muchos años buscando
una respuesta a ese anhelo interior de plenitud, de sed espiritual,
desperté y pude aprender el auténtico valor de la soledad y el silencio,
lo que fue el inicio de un gran cambio que ha tomado mi vida hacia otra
más plena y auténtica que antes.
El siguiente texto pretende ser un breve
viaje a través de mis vivencias estrictamente espirituales en las
diferentes épocas de mi insignificante vida. Al final hago una pequeña
reflexión sobre la necesidad de aunar lucha interior y revolución
exterior para la grandiosa tarea de una revolución total de la sociedad.
A modo de autobiografía...
Desde muy joven sentí una llamada
interior que de manera intermitente ha ido llamando a la puerta de la
conciencia en diversas ocasiones. Cuando ello ha sucedido he tomado
respuestas de aquello que tenía más a mano en cada periodo concreto de
mi vida. Recuerdo con pocos años, quizás con 7, que sentía una voz que
me decía "¿Quién soy?" así que les preguntaba a mis padres y ellos,
extrañados me contestaban "Ricard, ¡eres tú! ¿Quién sino vas a ser?".
En otras ocasiones, cuando tenía 15 o 16
años echaba mano de los libros que tenía a mi alrededor, en la
increíble biblioteca "New Age" de mi padre. Allí encontraba libros de lo
más variopintos: JJ Benítez, Lobsang Rampa, Krishnamurti, etc. Algunos
con títulos como "Existió otra humanidad", vidas pasadas, viajes
astrales, vida extraterrestre, Hermann Hesse, etc. He de reconocer que
el acceso a esta fuente de información me abrió la mente a muchos temas
desconocidos y con respuestas no fáciles de contestar, pero después de
todo, he de reconocer que seguía estando igual o más confundido que
antes.
Mi paso por el colegio religioso tampoco
fue mucho mejor. Recuerdo divertidos los momentos que habíamos de salir
de clase para ir a la iglesia a preparar la comunión. Cualquier cosa
que fuera salir de las aulas era lo mejor. Allí nos enseñaron quién era
Jesús y también un montón de oraciones que habíamos de aprender de
memoria. Recuerdo momentos antes dormir en casa poniendo en práctica las
oraciones. Me hacían sentir bien, me sentía más tranquilo, seguro. Me
ayudaba a no tener miedo, en la oscuridad, cuando me quedaba a solas.
Mi adolescencia estuvo marcada por el
baloncesto. Durante 6 temporadas (de los 12 a los 18 años) formé parte
de la cantera del FC. Barcelona. En realidad fueron pocos años pero me
marcaron profundamente para el resto de mi vida. Fue una época de mucho
sacrificio para mí y para mi familia. En un plis-plas se me acabó la
infancia. Fue como entrar de lleno en un régimen militar implacable.
Todos estábamos dispuestos a hacer lo que fuera falta por llegar al
primer equipo. Sólo los más aptos lo conseguirían. Así que tuve que
forjar en mí un instinto de competitividad, agresividad y sacrificio
descomunal. Aprendí mucho sobre mis límites físicos y mentales. También
sobre el significado de formar parte de un equipo, estar dispuesto a
darlo todo y luchar contra quien fuera (dentro de una pista). Aprendí
sobre las disciplina y también a obedecer en todo a mis superiores (mi
entrenador/caudillo). Durante los primeros años obtuve muy buenos
resultados hasta el punto que fui el mejor de mi generación en todo el
Estado. Me llegaron a ascender para formar parte de la selección
española con los chicos de un año más y jugué partidos por toda Europa.
Sin embargo, aquello duró poco...los
últimos años fueron de caída y dejé de ser tan notable. Las lesiones se
sumaban y las cartas de la selección no llegaban a casa. Mi autoestima
cayó por los suelos y no fui capaz de levantar la cabeza. Con 18 años
tuve el valor dejar de lado todo ese mundo. Me había convertido en una
víctima más de los cientos de jóvenes que al igual que yo, soñaban con
llegar a ser uno de los elegidos. Todos teníamos en común haber sido
triturados en nuestras conciencias por una máquina de sufrimiento que
para obtener lo que necesitaba (un puñado de chavales a los que sacar un
rendimiento económico) no tenía miramientos en dejar a decenas de
cientos de jóvenes tirados en la cuneta del olvido. Así fue cómo salí de
allí con 18 años: traumatizado, golpeado por las lesiones y con la
autoestima por los suelos.
A partir de los 20 probé con las drogas,
sobretodo con el cáñamo. Era algo alucinante, sentía como todos mis
sentidos se excitaban y se volvían más sensibles a todo aquello que
venía de fuera. La música, las chicas... todo era muy estimulante.
Incluso a veces me ponía a escribir cosas que salían de mí sin casi
pensarlas. Leía libros de Carlos Castaneda o Antonio Escohotado(3) y
sentía de verdad que estaba en lo correcto. A veces, en los sueños
accedía directamente a recuerdos de mi infancia que estaban sepultados
en mi subconsciente. Otras veces tenia viajes mentales tan alucinantes
que parecía que subía al cielo montado en un dragón, o cuando no,
acariciaba el tan deseado nirvana o estadio de Iluminación total. Pero
luego regresaba y todo era igual que antes... o un poquito peor. Con el
tiempo me enganché al cáñamo, al tabaco y no concebía salir de fiesta
sin emborracharme. Al despertar las resacas eran terribles. ¡Cuánta
miseria! Sentía que había avanzado un paso, pero en realidad había
retrocedido 3.
Después vino la época de los viajes. De
los 24 a los 28 sentí que tenía que curtirme y recorrer mundo, que tenía
que estar al lado de los que más lo necesitaban. Por aquel entonces
tenía la errónea concepción paternalista, desarrollista y
asistencialista de Occidente hacia los demás países de la periferia.
Pero las intenciones eran buenas. Estuve con los jóvenes en las Villas
miseria de Buenos Aires, con los campesinos sin tierra y los desplazados
por pantanos en Brasil, viajé por Bolivia y Ecuador, etc. En un bar del
Raval de Barcelona mi amigo Juanxo Olcina(4), su guitarra y yo hicimos
la promesa de viajar por tierra a Oriente hasta que se acabara tierra
firme... Quizás lo que saqué de todo ello, a nivel espiritual, fue
desarrollar un sentimiento profundo de estar en la piel del otro; honda
gratitud por recibir tanto de todas aquellas personas que me crucé por
los caminos; fortalecimiento de mi autonomía y capacidad de contentarme
con poco, etc.
Gracias a Dios, un día conocí a una
persona, que me habló de una técnica de meditación muy interesante que
se enseñaba a pocos minutos de Barcelona, en las faldas del Montseny (o
monte de la sabiduría). Explicaba que habías de estar retirado 10 días
en silencio donde no estaba permitido hablar con nadie y cómo aquello
era una experiencia totalmente transformadora y purificadora del ser. No
había dogmas, no había religiones, no había que recitar nada, solo
había que estar sentado en un cojín en silencio, atento a la
respiración, y seguir unas breves indicaciones.
Aquellas palabras me estimularon mucho y
dentro de mí sentía que era el momento de intentarlo. Después de
aquellos 10 días, mi vida tomó un nuevo rumbo. Me sentía confiado y
seguro de mi mismo, pero sobretodo muy feliz. Sentía una paz interior y
un amor hacia todos los seres difícil de poner con palabras. En aquellos
días descubrí la importancia del silencio interior, diferente de aquel
más superficial por el cual entendemos la ausencia de palabras o ruidos
externos. El silencio no como un fin en sí mismo, sino como un medio
esencial para andar el camino de la liberación interior. También aprendí
la importancia de la soledad. Allí no podíamos estar solos, pues
estábamos 50 o 60 personas sin decirnos una palabra durante 10 días.
Esta soledad de la que hablo era la del recogimiento interior. Volver la
mirada hacia uno mismo, para observar lo que pasaba adentro. Después de
toda una vida mirando hacia afuera, era increíble cerrar la puerta de
los sentidos y mirar hacia las profundidades del ser.
Observar la respiración, sentir como con
los días se iba acallando la mente, ese mono loco insaciable que
siempre va de un lado a otro y nos hace la vida tan miserable. Sentir al
mono en su sitio, bucear por primera vez en el mundo de la mente
inconsciente, descubrir nuevas realidades, ser conscientes de las
sensaciones en el marco del cuerpo y los pensamientos, descubrir en uno
mismo (y ¡no en los libros!) las verdades esenciales de la ausencia del
ego y la impermanencia del mundo. ¡Eso era demasiado!
Fue una bendición salir de allí con una
herramienta tan sencilla y tan útil a la vez para llevar una vida más
auténtica y más plena. Con la meditación Vipassana(5) sentía que sí
había encontrado aquello que buscaba, pero que no era más que una puerta
nueva que se abría en mi vida y que solo necesitaba el valor de andar
ese camino, un largo trayecto que se había de caminar, ni que fuera cada
día un rato.
Sant Jeroni de la Murtra, ámbito de Soledad y Silencio.
Después de esta gran puerta que se abría
en mi vida continué practicando y haciendo retiros de 10 días en el
Montseny una vez al año. Fui descubriendo la importancia de la
alimentación saludable y la práctica de ejercicios físicos que
tonificaran mi cuerpo. Dejé de fumar y reducí drásticamente el consumo
de alcohol. Empecé a notar cambios positivos en mi vida y mi salud se
fortalecía día a día. Otro acontecimiento importante, en el terreno de
la espiritualidad, fue (re)descubrir un lugar muy próximo del que tenía
vagos recuerdos y conocimientos en mi infancia y juventud: el Monasterio
de San Jerónimo de la Murtra(6), situado entre Badalona y Santa Coloma
de Gramenet, en un lugar privilegiado de la sierra litoral.
Este lugar despertó en mi muchas
simpatías, pues descubrí que iban hasta allí intelectuales y artistas
para realizar retiros espirituales y también se promovía la soledad y el
silencio. Además, todo ello en un lugar que contaba con un rico
patrimonio histórico-artístico de una importancia única.
No pude resistirme más así que me deje
caer por allí en varias ocasiones. Fue decisivo conocer algunas personas
que estaban iniciando la asociación Conreu Sereny(7), un proyecto de
recuperación de espacios agrícolas del monasterio para producir
hortalizas ecológicas y realizar cursos de formación para colectivos con
dificultades sociales.
En aquel tiempo sentí que tenía que
formar parte de eso. Quería estar cerca de ese lugar y al mismo tiempo,
sentía la necesidad de implicarme en ese proyecto agrosocial. A partir
de entonces, conocí también la gente que vivía en el monasterio y pronto
realicé algunos retiros en la hospedería habilitada para ello. A los
pocos meses hice la petición de vivir allí y entré a formar parte del
grupo de residentes que cuidan del lugar y hacen acogida a otras
personas para pasar unos días de retiro en las celdas.
He estado 3 años viviendo y conviviendo
en este querido lugar. Pude fortalecer mis meditaciones diarias y conocí
decenas de personas interesantísimas que me han aportado muchísimo. Se
puede decir que la Murtra ha significado para mí un salto cualitativo en
el desarrollo de mi conciencia. Allí he de redescubierto lo esencial de
mis raíces cristianas, he retomado el contacto con los ciclos de la
Naturaleza y el Cosmos y también he tomado consciencia de la historia a
través de las líneas escritas por el paso del tiempo en el claustro
centenario.
Las ermitas del Mas Blanc, sanatorio del alma.
Un buen amigo me presentó una amiga suya
que llevaba 10 años viviendo de ermitaña en los bosques de Sant Martí
de Centelles (Osona). Cuando la conocí conectamos en seguida. Sentí una
admiración y respeto profundos por aquel ser que después de haber
llevado una vida militante en lo social, acompañando a las clases
populares en los barrios más difíciles de Barcelona, había decidido
retirarse a las ermitas para vivir una vida más intima con Dios y hacer
acogida espiritual a otras personas que buscan sanar su alma mediante
retiros de unos pocos días o simplemente van allí para conversar con
ella durante un rato.
Pronto regresé allí para realizar
retiros de soledad y silencio. Para mí era el marco incomparable donde
poder realizar estos ejercicios, en medio del bosque, a solas, sin nadie
más. Sin duda, han sido las prácticas espirituales más auténticas que
he experimentado.
Allí aprendí el verdadero significado de
la soledad. Estar solo, sin nadie a tu alrededor que te distraiga y con
la mirada recogida al interior. En el Montseny, había experimentado esa
solitud interior, ignorar a las demás personas como si no existieran
para realizar correctamente los ejercicios, con la mirada hacia a
dentro. Sin embargo, en la oscuridad, en el dolor, en el hambre, ante el
sueño, en las dificultades, te sentías acompañado de los demás seres
silentes.
En los bosques de Sant Martí de
Centelles, cuando decides echar el último tronco en la estufa de leña
antes de echarte en el camastro, la noche se impone con toda su profunda
inmensidad. En esos momentos es duro estar solo, con uno mismo. Saber
que en el bosque hay otros ermitaños y ermitañas como yo, me da
seguridad y confianza en mí mismo. Es como si hubiera una red de amor y
confianza que nos une a todos y todas.
He descubierto que es muy interesante
acompañarlo de una dieta a base de frutas o frutos secos. El cuerpo se
purifica, la conciencia se agudiza y se va adquiriendo una sensibilidad
especial para leer el mundo que te rodea. El móvil también queda
dormido, y cuando vas a salir del retiro no tienes ganas de volver a
metértelo en el bolsillo. Algo a lo que estas habituado a prestarle
atención en la rutina de los días, pasa a ser un instrumento olvidado
sin importancia. Ganas autonomía frente a las cosas que nos la
arrebatan. El mundo deja de estar mediatizado por las pantallas. La
realidad deja ser virtual para estar delante de tus ojos, a dentro de
tus ojos.
Cuando te preparas para salir, para
volver al mundo que hemos inventado, estas feliz, te sientes bien, ha
sido duro, pero ha valido la pena. Voy un rato a la ermita de la Tere
para comer juntos y explicarle cómo ha ido. Le cuento las dificultades,
las alegrías y anécdotas.
También nos contamos los libros que hemos leído. Las palabras no salen fácilmente y sientes no
decir cualquier cosa. La palabra se vuelve noble, cuesta hablar con
violencia. La radio en el coche de vuelta a casa resulta molesta, la
apago. Vuelves a tu lugar habitual y ya nada es igual, sientes que algo
ha cambiado, no se puede esconder una profunda reverencia y gratitud por
todo lo existente.
Autoconstrucción personal y revolución de la sociedad ¿algo imposible?
Alguien podría pensar que la proliferación de seres silentes, agradecidos con la existencia y dispuestos a retirarse a los bosques no es viable con la tarea de hacer frente a un sistema estatal-capitalista de dominación tan terrible y violento como el que sufrimos a todos los niveles (y mucho menos transformarlo). Mi experiencia, por el contrario, me dice que no solamente es recomendable sino que es muy necesario.
Para hacer frente a semejante dictadura,
sería necesario empezar por crear una cosmovisión diametralmente
opuesta a la que se impone por la fuerza. Crear unos valores y una ética
(individual y colectiva) que nos defina y constituya como sujetos
autónomos y aptos para una tarea tan difícil y necesaria. Para ello,
creo, se ha de comenzar por lo básico, estableciendo una revolución
permanente en el ámbito del ser, recuperando nuestra esencia como
individuos que saben en qué consiste el arte de vivir. Definir aquello
que nos embrutece como personas y también aquello que nos tonifica y
refuerza en todos los ámbitos (conciencia, cuerpo y espíritu).
A partir de aquí podemos consensuar una
ética y una moral básicas que nos definan como individuos conscientes.
También, como decía nuestro compañero Karlos Luckas(8), sería necesario
establecer unas nuevas bases filosóficas para un ser humano nuevo en una
época nueva.
En definitiva, vivir el silencio
interior; hacer frente a la soledad y saber estar en solitud, en paz con
uno mismo; bucear en las profundidades del ser; purificar cuerpo y
mente; descubrir por uno mismo las verdades esenciales de la existencia;
ennoblecer nuestras palabras; vivir conforme una ética y una moral
basadas en el amor y la justicia; actuar desde la libertad de conciencia
sin ser esclavos de reacciones compulsivas; dedicar espacios para la
reflexión y la convivencia... todo ello y más solo puede llevarnos a ser
sujetos más autónomos y aptos para la difícil tarea de una
transformación integral de la sociedad.
Ricard Vidal Miras,
Mayo de 2015
1. Este texto ha sido escrito con motivo del I Encuentro de Reflexión sobre la Revolución Integral que se ha realizado en la Península Ibérica, en la localidad de Miraflores de la Sierra (Madrid) entre los días 1-3 de mayo de 2015.
2. Javier
es un buen amigo mio de quién he aprendido mucho sobre el valor de la
amistad. He tenido la suerte de poder compartir con él unos años
maravillosos en Sant Jeroni de la Murtra. Además, es un poeta
excepcional. En el siguiente enlace podeis encontrar sus poesias:
http://www.javieronofre.net/textos/soledate_libro.pdf
3. De
especial interés fue para mí "Historia general de las Drogas", un tomo
de 1500 páginas con ilustraciones y referencias a todo tipo de
substancias estimulantes de la conciencia que el mismo autor ha
experimentado.
4. http://pobrediablo.es/
5. He
descubierto que existen diferentes modalidades de enseñar este tipo de
meditación. En concreto a la que yo hago referencia es esta:
www.neru.dhamma.org
6. http://www.lamurtra.cat/
7. http://www.conreusereny.cat/
8. https://www.revolucionintegral.org/index.php/blog/item/20-bases-filosoficas
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